El ligero
sonido de la tierra desprendiéndose se escuchó a destiempo, cuando las ramas y
el barro arrastraban el auto al abismo, sacudiendo a los pasajeros en su
interior, los gritos se volvieron inaudibles, el sueño ya no estaba presente
era una pesadilla al abrir los ojos y verse envuelto en barro, rocas y ramas
desprendidas, las ventanas semi cerradas dejaban entrar la tierra húmeda mientras
los pasajeros se aferraban a sus asientos evitando golpes que no se podían
evitar. El auto parecía patinar en medio de tanto fango, los neumáticos
resbalaban sin que el conductor pudiera hacer algo por controlarlos. El sonido
de vidrio rompiéndose impacto en los oídos de los pasajeros, la imagen de una
larga rama atravesándose por el parabrisas los dejó atónitos, no tanto como el
grito de dolor que venía de Gerardo que ahora tenía el rostro inexpresivo, ni
dolor o sufrimiento, solo una mirada perdida en el vacío. Respiraciones
agitadas que se ahogaban bajo el naranja barro que los cubría y se pintaba de
sangre, bajo al abrumador recuerdo de un día perfecto, el recuerdo que solo es
eso, un recuerdo al que no se puede volver, no se puede retroceder. Sin salida,
solo eso y ninguna opción de escapar del abrazo de la muerte que respiraba en
sus rostros palabras de eterno descanso.
Mientras el
auto era totalmente cubierto por el barro, los vehículos que venían delante de
este se detuvieron y llamaron por ayuda, pero todo pasaba tan aprisa que de una
u otra manera ayudaron con algunas cuerdas que pudieron conseguir intentaron
sostener el auto evitando que cayera al abismo, entre hombres y mujeres se
esfuerzan por desenterrarlo, por salvar a sus pasajeros, pero el barro es muy
rudo y no se los permite. Los segundos se vuelven eternos en los ojos de las
víctimas, a tal punto de permanecer inconscientes sumergidos en un sueño que
resulta mejor que la realidad.
-
Amor, despierta, llegaremos tarde para la
película, ¿recuerdas?- dijo Camila al tiempo que se acercaba al lado izquierdo
de la cama para levantar a Gerardo
-
Cinco minutos más…- lo dijo acurrucándose más
sin ánimo de salir de ella.
-
Muy bien tú lo pediste- ella se acercó solo para
darle un cálido beso que encubría su verdadera intensión, hacerlo reír por las
cosquillas que tenía preparadas. Entre risas y besos los cinco minutos se
hicieron horas que pasaron aprisa en el reloj. La calidez de sus cuerpos los
mantenía atados sin intensión de soltarse y repentinamente una petición apagó
los murmullos dejando un ligero silencio entre ellos.
-
Prométeme que no morirás antes que yo, dijo
Camila tomando el rostro de Gerardo entre sus manos y mirándolo a los ojos con la seriedad que
merecía esa petición, mas él la abrazo fuerte a su pecho y en un susurro le
confió dos palabras como un secreto: “lo prometo”
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