
El olor a frío y medicamentos le indicaron dónde
se encontraba, el pulcro lugar le trajo a la mente lo ocurrido, se tranquilizó
al verse a salvo pero no duró mucho porque buscaba a alguien más. Destellantes
imágenes de lo ocurrido venían a su mente, colores que se mezclaban con sangre,
palabras de amor y despedida que apenas pudo oír, estremecieron su cuerpo que
quería bajar de la cama y salir a buscarlo, pero las enfermeras se lo
impidieron regresándola a la fuerza a permanecer recostada, sedada, durmiendo,
olvidando, llorando en silencio, culpándose de lo ocurrido.
Sus heridas
físicas no eran graves, pequeños raspones y moretones que pronto pasarían, pero
seguía sintiendo dolor, seguía quejándose por las heridas, seguí reviviendo
cada paso, cada detalle de lo ocurrido, cada que podía se preguntaba: “Y si, no
hubiésemos salido ese día”, “si hubiéramos esperado un poco más antes de
regresar de las cataratas”, “si no hubiera insistido en ir a ese lugar”, “si tan
solo estuvieras aquí…conmigo”
Sus tardes ya
no eran las mismas, las cortinas de la casa se mantenían cerradas, la taza de
café que siempre estaba lista en la mañana era la misma de hace algunos días,
el aroma de su ropa se colaba entre los mínimos espacios por los que podía
estar. Las luces de la casa ya no iluminaban a pesar de la intensa luz que
emitían, luchar con los recuerdos la envolvían en horas de llanto, dormir o
estar despierta daba lo mismo, las llamadas no dejaban de llegar pero ninguna
fue contestada. Durante tres días se mantuvo la misma situación, completo
silencio en la casa, hasta que entre sollozos
en plena madrugada sus labios pronunciaron su nombre y el deseo de verlo
empezó a crecer en ella. No pudo conciliar el sueño y solo rondaba una idea en
su mente, verlo otra vez. Llegó la mañana y empezaba a caer la tarde cuando las
vestiduras de sufrimiento se guardaron en el olvido y un nuevo traje la vistió
de confianza, llamó a un taxi, le dio la dirección y en diez minutos llegaron,
bajó del auto, miró a su alrededor y no era la única acudiendo a ese lugar, se
sintió aliviada al no ser la única en esa situación, pero luego se deshizo de
su pensamiento egoísta. Paso a paso desfilaba su dolor, la compañía en todo
momento, sus ojos no voltearon a los costados solo seguía una dirección, solo
quería estar en un lugar, junto a él. El espacio que la rodeaba la hacía sentir
insignificante en medio de tanto movimiento, en toda esta calma que la hacía
desvariar. Aún de pie decidió bajar la mirada tomando esa pose como si fuese la
única que conociese su cuerpo. Gotas de tristeza caían por sus mejillas hacía
el césped de la fría tumba que no quiso ver cerrar, palabras silenciosas se
pronunciaron en medio de la multitud y el viento no hizo más que envolverla en
un abrazo consolador, haciendo que cayera recostada sobre la tumba a quien ella
no olvidaría.
FIN...
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