Aquí les dejo la continuación de esta historia...
Al día siguiente, alrededor de
las diez de la mañana llegaron a su primer destino, la ciudad de los reyes, la
capital desde donde tomarían el avión de las once para legar a Iquitos y de
allí alquilarían transporte para llegar a un hospedaje ecológico, del cual
Camila había estado hablando por semanas solo para que Gerardo lo notara, y así
fue.
Al llegar al hospedaje a unos
veinticinco minutos de la ciudad, libre del ruido vehicular, libre de
distracciones típicas de la ciudad, se adentraron a un nuevo paisaje, el aire
libre, campo abierto donde se divisaba una gran construcción rústica de madera,
que mostraba en su entrada algunas orquídeas que empezaban a florecer; de
inmediato los empleados del lugar les ayudaron con el equipaje, mientras se
registraban no dejaban de admirar la belleza que los rodeaba, el verde y marrón
de todo lo que los envolvía al igual que el amarillo del calor del sol que caía
sobre el lugar. Ambos aprovecharon en tomar algunas fotografías de su primer
día fuera de casa después de mucho, sus primeras fotos de las miles que ambos
lograrían captar en una semana, las fotos que les recordarán algo nuevo, como
una aventura en lo desconocido. Sin haber salido de su asombro ante la belleza
del lugar caminaron hacia lo que sería su propia cabaña construida
artesanalmente, en forma de tambo, con el techo cubierto de hojas secas de
palmeras, las paredes eran de madera y el interior estaba revestido de un
material especial que permitía mantener una temperatura adecuada para la
comodidad de los huéspedes. La habitación era amplia, en el centro una cama de
dos plazas y cerca de la ventana colgaba un sillón redondo que era sostenido
del techo por varias cuerdas, algo parecido a una hamaca con cojines, al lado
opuesto de la ventana se divisaban unas puertas de madera talladas que
pertenecían al ropero empotrado, inmediatamente
después de haber dado el vistazo general todo estaba de maravilla, un lugar
amplio, cómodo y tranquilo para disfrutar sin complicaciones.
Las horas habían transcurrido
rápido y luego de haberse acomodado en su habitación no había nada mejor que
descansar ante el trajín que resultó ser el viaje. La noche empezaba a caer y
con ella el sonido del bosque se hacía presente, se encendieron faroles en el
exterior que iluminaba el camino hasta la construcción principal donde aparte
de la recepción se encontraba un gran salón acondicionado con mesas para
disfrutar de los potajes que ofrecían a sus huéspedes. El cielo se podía ver
sin necesidad de esfuerzo, las estrellas brillaban más y parecían estar muy
cerca de ellos hasta casi se podían tocar con solo alzar las manos al cielo.
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