
De pronto el viento empezó a
moverse y a jugar entre las ramas de los árboles, caían las hojas, y el viento
las llevaba lejos, sin destino exacto. El viento corría rosando sus mejillas,
limpiando sus lágrimas, abrazando su cuerpo, enredándose en su cabello como él
lo hacía, un susurro casi inaudible se deslizo a sus oídos diciendo “lo siento”.
Ella no pudo mantenerse más tiempo de pie cayendo de rodillas frente a la fría
lápida de mármol blanco que empezó a golpear como si eso la liberara de todo lo
que sentía su corazón; todo parecía haberse paralizado hasta sus lágrimas. Alzó
el rostro mirando a la nada con ninguna expresión en el rostro, parecía cansada
y sin ánimo de moverse de allí. El sol empezaba a ocultarse, a morir en un rojo
incandescente, silencio, y sin darse a penas cuenta ella había recostado su
cuerpo sobre el pasto con la cabeza sobre su brazo derecho que cubría una fotografía
de cuando él aún vivía.
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Éste es el fragmento de una historia que empecé a escribir.
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Éste es el fragmento de una historia que empecé a escribir.
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