Algo que contar
Corría a toda prisa por entre la
multitud, no había lugar especifico al que pudiera dirigirse, su única intensión
era escapar de sus perseguidores, quieres no querían lo que llevaba consigo
sino a ella, los pies le dolían por los muchos pasos que había dado descalza,
sus uñas parecían desprenderse y su rostro mostraba dolor y desesperación,
miedo en sus ojos que hacía temblar todo su cuerpo, sus labios aun
intactos parecían pronunciar una sola
palabra, “ayuda.”… no dejaba de correr y la multitud a su alrededor no hacía
nada por auxiliarla, pasaba de largo como si nada .Entre tropiezos llego hasta
un callejón sin salida, se sintió desfallecer, veía pasar ante sus ojos las
aterradoras escenas que cometerían con ella, su cuerpo se estremecía aun más,
volteaba la cabeza en busca de alguna salida pero no había ninguna, sus
perseguidores pronto la alcanzaron, sus sonrisas maliciosas acompañaban la
lujuria de sus ojos. Sin saber que un observador
los había seguido, los maleantes avanzaron a paso firme hasta su víctima, sin
embargo el observador ágilmente se poso en frente de la muchacha como queriéndola
proteger, su rostro estaba cubierto solo se observaban sus ojos, sus ropas
negras lo hacían perderse en la oscuridad. Se giro y miro a la muchacha
arrodillada suplicando ayuda, el observador en un rápido movimiento saco una
daga de entre sus ropas y con la otra mano tomo a la muchacha por el cuello, dejando a todos
desconcertados, en un instante todos los ojos se posaron sobre él. Levanto a la
muchacha con una sola mano sin soltar la daga, la elevo a la altura de su
cabeza e hizo que mirara a sus perseguidores, ella ya no tenía fuerzas para
pelear, solo dejo caer unas lágrimas por su rostro, al fin y al cabo su
salvador no era más que otro de ellos que solo quería hacerle daño, pero en su
mente prefería mil veces morir en sus manos y rápido, que tener una muerte
dolorosa y humillante.
Unas gotas rojas empezaron a caer
a los pies de la muchacha, los ojos de sus perseguidores se inquietaron, la
daga estaba cubierta de sangre, la misma que emanaba del cuello de su víctima,
a quien dejo caer en el suelo frio. Ante esta escena ya no había nada por
hacer, por lo que uno a uno se fueron retirando, al mismo tiempo que el hombre
de vestiduras negras hacia lo mismo. Sin embargo cuando todo estuvo despejado,
un pequeño muchacho llego hasta la joven, la envolvió en sus ropas y cubrió la
herida. La cargo hasta la posada de una vieja curandera a quien entrego una
nota con escritos que solo ella entendería. La vieja al ver a la joven, solo
sonrió y entre murmullos pareció decir “nunca cambia”…. Al cabo de unos minutos el cuerpo inerte de
la muchacha ya no lo era más, realmente nunca lo había estado, solo fue una
ilusión para salvarla de lo que le hubieran hecho sus perseguidores, ahora ella
estaría a salvo, podría iniciar de nuevo en otro lugar más tranquilo, porque
para muchos ella ya no existía.
El hombre de negras vestiduras, que solo muestra sus ojos,
y en sus ropas oculta armas que herirían a muchos, no es lo que parece, él solo
eligió una manera distinta de ayudar a los demás, son pocos los que lo conocen
pero hay muchos más quienes lo persiguen por no entenderlo.
Comentarios
Publicar un comentario